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Foto: Diario Trome

Santa Nadine (una ópera rock)

Publicado: 2013-02-01

Esta ha sido una semana de tensión para la Nación. Un accidente, ocurrido al parecer por una imprudencia del chófer del auto que la conducía, motivo que la primera dama, Nadine Heredia, fuese directamente a la clínica, con algunos golpes de menor consideración y una preocupación mediática descomunal.  El futuro, tu futuro, nuestro futuro, querido peruano, parecía depender de su estado de salud.

El presidente de la república, preocupadísimo, cancela su agenda de trabajo y vuelve inmediatamente al lecho donde descansa la magullada pero digna consorte. Se inicia el carnaval de visitas, besamanos y  súbitos amiguismos . La vicepresidenta, con un look que recuerda tanto a Isabel Pantoja, expresa con alivio que todo va bien. Los supuestos malos de la película, el cuñado Alexis y la suegra Elena (no aparece el inefable Don Isaac), muestran su preocupación en vivo y en directo y salen raudos del centro de salud, lunas polarizadas de por medio. La alcaldesa Villarán, jaqueada por una revocatoria que está a punto de perder, le manda flores. Los políticos de la bancada oficialista rellenan las microondas de los excitados medios de comunicación con sus mejores deseos. Los opositores piden mesura y envían sus parabienes.

De un momento a otros, por esos imponderables caminos de la vida, la integridad de la esposa del presidente no solo se convierte en un tema de titulares, sino, más aún, un asunto de Estado. Desesperados hombres de prensa esperando las declaraciones del atribulado jefe de Estado, elucubraciones sobre la camioneta siniestrada, preguntas lanzadas al aire sobre la causa y el lugar. Antenas parabólicas que  le generan miles de dólares de gastos a los canales duermen tranquilas, esperando algún movimiento estratégico de la dama maravilla, algún pequeño atisbo de distracción, el menor movimiento de las ruedas del primer coche.

“Nadine está bien, solo con contusiones” dice el presidente, y el tema ya está en la discusión de las mesas familiares del Perú entero, en los horarios de almuerzo, en el cafecito de la tarde. La gente suspira aliviada. Todo está mejor, se pronuncia en la sobremesa, ojalá pronto podamos ver esa sonrisa natural y contagiante. Ojalá pronto su figura que llena de luz y de esperanza por donde va se vuelva a ver, se piensa con mucha emoción. El Twitter, nicho fundamental donde reina sin sombra alguna, le ruega que demore mucho, debe reincorporarse en sus funciones como ente rector que guía los pasos de la Nación. Las bromas sobre su poder se multiplican, incluso algunos creen que el riesgo de un Ollanta manejando el carro del gobierno sin su joven y guapa copiloto es muy alto.

Nadine no es técnicamente un funcionario público, pero es el funcionario público más reconocido del humalismo. No es técnicamente una política en ejercicio de gestión, pero es la política con mayor aprobación pública del Perú. Ya no se escuda detrás del Blackberry, como antes, para lanzar mensajes cifrados que son líneas de gobierno. Ahora ha pasado a la acción y se la ve constantemente en el canal del Estado, inaugurando obras, haciendo labor social, disertando en foros, comiendo de buena gana lo que le invitan, acompañando al Presidente, mostrando que no está detrás, sino al costado (aunque, algunos, lúcidos o avispados, crean que ella esté unos metros adelante).  Nadine baja a Belén, luego de las inundaciones o luego del incendio, y la gente se emociona, entra en trance, la colma de menciones, de pedidos de besos, de abrazos, de solicitudes de regalos, de becas, de una simple mirada compasiva o cargada de dulzura. Humilde y sencilla, pero fashion y elegante, con el timing adecuado para caerle bien a todos en cualquier momento (y ganarse unos puntitos extras en las encuestas).

Mientras los antagonistas están preocupados porque se presente a las elecciones del 2016 (cerrándoles el paso con todos los candados posibles) y el oficialismo le vaya preparando caletamente el gran show (con los globos de ensayos legales), ella sigue encandilando con su presencia telegénica, con sus vestidos sencillos pero elegantes, con su impecable carisma, con sus frases prefabricadas, directas y mesuradas, con su estirpe trabajólica que le ha granjeado el apoyo de “sus” ministros y la burla impotente de los radicales, ella sigue haciendo noticia. Su figura brilla más que nunca aunque no aparezca su rostro.

Ya pronto la tendremos, una vez más, juvenil, impetuosa, inagotable, casi una visión, recorriendo calles, abrazando personas, sonriendo al futuro, con un mohín en la cabeza convenciéndonos que todo está bien, que no hay que sentir angustia, que los peruanos todo lo podemos. Lo bueno se resalta. Lo malo (como el caso de los niños pioneritos del VRAEM) se olvida convenientemente. Y a ese escenario solo le faltará el decorado de cartón-piedra y las luces adecuadas y las marquesinas y la música adecuada. Como Evita, Paloma San Basilio o Madonna (o quizás Santa Rosita o La Sarita Colonia).

Santa Nadine, patrona de la Patria, la ópera rock que los peruanos de ahora precisan emocionados y gozosos, inicia nueva temporada.


Escrito por

Paco Bardales

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Publicado en

Diario de IQT

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