Acabo de publicar una novela (Resplandor) cuyo argumento principal plantea un escenario de que caos y desorden por doquier en Iquitos, provocados por fenómenos paranormales y una guerra civil. Este libro, Resplandor, se apoya  en un escenario de ficción (de ciencia ficción, en verdad), cuya mayor intensidad se plantea en episodios de convulsión social y anarquía.

Habiendo pasado estos días en la ciudad, y recogiendo varios testimonios de los amigos y habitantes, terminó dándome cuenta que la realidad parece ser incluso más delirante que la propia fantasía. Apagones inexplicables, que destruyen equipos electrónicos, cerros de basura en la calle, inundaciones en las arterias debido a los pésimos trabajos de alcantarillado, huecos que se convierten en verdaderas trampas mortales en la vía pública (como si fueran dejados así por una suerte de cazadores humanos), fallos en el servicio de celular que ya se tornan crónicos, desperfectos en los cajeros automáticos que dejan a los consumidores sin dinero, avisos de que las transacciones comerciales no pueden hacerse por “falta de sistema”.

A ello, agréguele el espectáculo de una ciudad dominada por el ruido infernal, por los motocarros y por la destrucción acelerada de espacios de áreas verdes, por la ausencia de vías de comunicación. Un gran cuello de botella.

A todo ello, súmele el aura de una ciudad corrupta, derrotada, tomada por los poderes mafiosos. Grandes cambios económicos que al final no cambian nada y más bien inciden la prebenda y el contrabando o las tretas a favor de oscuros intereses.

Resultado: se ha tocado fondo, en todo lo que tenga que ver con políticas sectoriales. Un vendaval de caos, desidia e ineptitud.

Ciudad Gótica parece un juego de niños ante lo que pasa en Iquitos, actualmente.

Hice este comentario en Facebook y uno de los amigos, Alfonso Silva Santisteban, hizo  el siguiente comentario:

“Que pena leer lo que escribes y tener que estar de acuerdo. Al mismo tiempo el optimismo aflora cuando como limeño viajo a Iquitos y veo una ciudad con un chispa de cultura que no la he visto en otros lados. Con una movida urbana cada vez más fuerte, con jóvenes que aprecian y revaloran su identidad y la muestran con orgullo. Las ciudades se hacen desde la gente y su espíritu y esto último le sobra a Iquitos.”

Parece como si estuviéramos contemplando lentamente el fin de Iquitos, tal como lo conocemos. Y esto no es literatura, lamentablemente.

Lo único que puede salvar a Iquitos, desde mi opinión, es que la nueva generación empiece a asumir realmente su rol. Solo la cultura, la inteligencia, el talento y la honestidad, matizadas con el servicio público, pueden hacer el cambio. Ahora, cómo quitarle poder a los que siempre lo han usado para su propio beneficio, ese es el gran tema.

Bonus track: Claudia Cisneros escribe hoy en La República sobre los problemas y posibilidades de Iquitos