¡Joepúcta!
-¡Me dijo que sí!, ¡La Ana Carenina se va a casar conmigo!- Se decía en voz alta para terminar de convencerse mientras caminaba por la trocha que iba desde la casa de su futura esposa hasta el pueblo de Bagazán. Necesitaba oírlo, escucharlo, no importaba si era el mismo quien se lo decía. Winchester Panduro apretaba los dientes y cerraba los puños como si acabara de ganar una pelea. En su corazón ya no podía caber más felicidad: en un mismo día la imprenta de Requena le hizo llegar los doscientos ejemplares de su primer libro de poesía titulado “Poemas” y la blanquiñosa que le había robado el corazón le había dicho que sí, después de pensarlo por seis semanas.
-]Te vas a casar Winchester!- gritó mirando el camino -Voy a tener hijos blanquitos, carajo, y ya no tendré que gastar en putas- se decía mientras avanzaba por el camino.
Oh, Bagazán!
Pueblo indómito,
Que aunque nunca tuviste guerras
Sabemos que eres invencible.
En tu puerto sin par
Tus hermosas mujeres
Son acariciadas por las aguas
Del majestuoso Ucayali
Oh, Bagazán!
Las luciérnagas te saludan por las noches,
Y en el día, cobijados por el sol regional
Tus hombres trabajan
Orgullosos de haber nacido
En tu suelo tropical.
Oh, Bagazán, Oh, Bagazán!
-Seré todo lo feo que quieran, pero ahora tengo una mujer y un libro.
La casa de Ana Carenina quedaba a unos diez minutos del centro del pueblo, apresuró el paso, estaba anocheciendo y quería llegar a su casa lo antes posible porque se sentía inspirado. Quería escribir.
-Cálmate Winchy- pensó- no estaría bien que los envidiosos vean que estás feliz. Mi matrimonio será una sorpresa.¡Los cagué a todos! Incluso dentro de unos años hasta podría ser alcalde, carajo.
Sacó uno de sus libros de la bolsa de tela que llevaba colgada al hombro. Estaba orgulloso de ellos, sobre todo porque había tenido la gran idea de poner el título de la portada con letras góticas y doradas.
-¡Qué lindo libro! Ahora sí me van a respetar. Es un libro para acariciarlo. Ya puedo decir que soy un poeta cuando me presente. Nadie podrá dudarlo porque ahora sí tengo un libro. La felicidad existe y me ha tocado el corazón. ¡Puta, es un lindo verso!, creo que encajaría bien para mi poema sobre Ulises.
Avanzaba mirando el camino para no ensuciarse los zapatos.
Cuando se ama de verdad, no se miente.
Cuando el amor es franco y sutil, me siento útil
Cuando cierro mis ojos, te apareces
Y mi alma entera es un torrente
Puedo escribir los versos más hermosos esta noche.
Con tu piel blanca
Con tus miedos
De alondra perseguida
Te llevaré al río sabiendo que eres mozuela
Y si no eres mía,
De nadie seré!
Winchester había nacido en Flor de Punga, también a orillas del río Ucayali, a un día de travesía desde Bagazán. Trabajaba desde los dieciséis años como profesor de lenguaje. Antes lo habían destacado a Tiruntán, también en el Ucayali, río arriba, como maestro de la Escuela primaria de donde fue expulsado por plagio poético:
Tiruntán, 26 de Mayo de 1961
Señor Winchester Panduro Rengifo.
De mi consideración.
Tengo el agrado de dirigirme a usted a través de ésta misiva para informarle que por iniciativa del suscrito he enviado a Pucallpa, más precisamente, al reconocido profesor y poeta Jaime Dávila Durango una copia de sus versos que usted mismo lee todos los días a sus alumnos y profesores de nuestra prestigiosa Alma Mater y que le han valido el reconocimiento de toda la población, incluso de haber ganado los Juegos Florales "Sacando callos al cerebro" organizado por usted mismo, para que el poeta pucallpino los lea y así publicar sus poemas a fin de que nuestra localidad tenga por fin un poeta reconocido.
Lamentablemente el profesor Jaime Dávila D. nos respondió que los poemas enviados no son de su autoría de usted como venía afirmando, sino de un tal Luis Cernuda.
Es por esa razón que como máxima autoridad de este Centro educativo me veo en la obligación de rescindir su contrato como profesor de Lenguaje ya que el cuerpo educativo ha considerado su actitud como plagio, malas maneras, abuso de confianza y vergüenza para la localidad.
Quedo de usted.
Maximiliano Tapullima Pérez
Director del C.E. Santa Rosa de Tiruntán
“Es tan feo que le duele la cara”, solían decir las mujeres que lo conocían. Winchester siempre andaba impecable y con la ropa bien planchada, todos los días sufría cada vez que tenía que luchar armado de vaselina contra sus cabellos hirsutos. Sus bigotes ralos y agresivos, sus pómulos salientes y sus ojos pequeñísimos le daban un aire de duende. Ana Carenina era una joven solitaria y tímida, nieta de un comerciante español. A sus dieciocho años seguía siendo virgen y nadie supo nunca como aceptó las visitas de Winchester.
-¡Alto ahí, carajo! ¡No te muevas conchatumare!- Retumbó una voz. El poeta se quedó frío mientras era rodeado por un grupo de militares.
-¡Es la leva!- Gritó el teniente Timoteo Huamán. -¡Llévenlo junto con los demás joepúctas!.
Caminaron hasta la plaza del pueblo donde estaban formados más de una centena de jóvenes reclutados por la fuerza y que estaban vigilados por una docena de soldados armados.
-¡Hagan formar a este conchasumare junto con los demás joepúctas!
-¡Mierda!- penso Winchester, -ahora sí que me jodí.
-¡Van a pasar uno por uno delante del Teniente para que se identifiquen!- Gritó el sargento.
-¡¿Cómo te llamas y que edad tienes chatumare?!- Iba preguntando el Teniente Huamán.
-Atalayo Meneses Zumaeta, mi teniente...tengo diecisiete años mi teni...
-¡Párese derecho joepúcta! ¡¿Tienes malaria, eres cojo, leproso o tienes gonorrea?! ¡carajo! ¡Que le revise el enfermero!
-¡¿Y tu chatumare, joepúcta?!
-Roger Fasanando Del Aguila, mi teniente y tengo 19 años...
-¡Habla como hombre, joepúcta cojudo!
-¡Nombre y edad, chatumare!
-Higinio Manuyama Meza y voy a cumplir diesi...
-¡Cállate joepúcta y anda donde el enfermero para que te revise! ¡Apúrese!
-!¿Y tu, como te llamas, feo de mierda?!
-Mi nombre es Winchester Panduro Rengifo, señor, tengo dieciocho años y soy maestro del coleg...
-¡Cierra la boca, carajo joepúcta, adefesio de mierda!!
El teniente acercó su rostro para ver mejor la cara de Winchester y después de observarlo por un momento hizo una mueca de asco. La tarde caía y las facciones del poeta se diluían por la poca luz acentuando más aun su aspecto de duende.
-¡¿De dónde ha salido este joepúcta?! ¡Miren esa cara! ¡¿No te da vergüenza salir a la calle con esa cara de sachavaca, conchatumare?!
El hombre es el reflejo de Dios
Y toda la selva retumba de felicidad
Los pájaros cantan algarabías de amor
Porque Dios les enseño a volar
¡Tanto amor y poder hacer todo contra la maldad!
Cada vez que veo un árbol, una flor o un río,
Veo el rostro de Dios
Ay de mí!
Ay de ti!
Ay de todos!
Si no creemos en Dios,
¡Nada somos!
El poeta sudaba y temblaba ante los gritos e insultos del teniente y trataba de mantenerse firme y marcial.
-¡Bien feo es este joepúcta, carajo! ¡¿Qué es lo que llevas en esa bolsa, horroroso joepúcta?!
-Son libros, mi teniente.
-¡¿Libros?!, ¡¿Libros?! ¡¿Qué clase de libros, joepúcta, carajo?!
-Libros de poesía, son míos, yo los escribí...
-¡Muéstreme, carajo!
Winchester, temblando sacó un libro de la bolsa y le dio al teniente.
-Miren, nomás, poeta había sido el feísimo éste... dijo hojeando en la oscuridad.
-Poeta... poeta, ¡es un poeta! ¡La pucta que te parió, eres un poeta!
El teniente Huamán cambio de semblante y hasta parecía emocionado.
-¡Sargento! ¡Venga para acá! ¡Apúrese joepúcta carajo! ¡Cuántos joepúctas hay acá!
-Ciento veintiún, mi teniente.
-¿Cuántos libros tienes ahí, poeta?
-Ciento noventa y nueve, señor. Le acabo de regalar uno a mi futura mujer...
-¿Y cuánto cuesta cada libro, poeta?
-Cinco soles, mi teniente, pero yo le puedo rega...
-¡Sargento! ¡Se le compra todos sus libros al poeta, y tu le comprarás diez, joepúcta, carajo! ¡Vaya a la lancha y traiga la plata para pagarle!
-¡A la orden mi teniente!
La oscuridad había invadido el pueblo. El sargento regresó a paso ligero alumbrando con una linterna y con el dinero dentro de una bolsa de papel que entregó al teniente.
-Misión cumplida mi teniente, hay novecientos noventa y cinco soles, mi teniente.
-Tenga su plata, poeta, siga nomás. Puede irse poeta, que le vaya bien poeta, mis respetos poeta... ¡Un aplauso para el poeta!
Los ciento veintiún reclutas, el sargento, el enfermero y los soldados aplaudieron en la oscuridad.
-Gracias mi teniente- balbuceó Winchester que seguía temblando.
Se alejó con paso tambaleante y cuando estuvo a unos treinta metros empezó a correr adivinando el camino que llevaba a la casa de Ana Carenina. Ya no le importaba ensuciarse, se tropezó y cayó varias veces, ni siquiera se acordó de sacar su linterna que llevaba en el bolsillo de su pantalón, las ramas y hojas despeinaron su recia cabellera mientras apretaba el sobre que contenía el dinero contra su pecho. Cuando llegó a la casa de la amada suspiró tres veces para calmarse y conteniendo el jadeo golpeó la puerta.
Su blanquiñosa novia, asustada, con un lamparín en la mano se arrimó en la ventana para preguntar quien golpeaba la puerta tan fuerte.
-¡Carinita, Carinita! Soy yo, tu Winchy! ¡Ya tengo la plata para casarnos!- Gritó.
Ana Carenina abrió la puerta y mucho más los ojos sin entender lo que pasaba. Unas lágrimas recorrían los pómulos salientes de Winchester.
-¡Ha sido un día maravilloso, Carinita de mi alma! ¡Acabo de conocer a un militar culto que es más bueno que Dios!