Miren la foto de esta niña. Se llama Romina, tiene tres años, y sus papás se llaman Luis Franco Cornejo (23) y Carla Ramos Muñoz (22). Vive en Barranco y tiene una sonrisa que te desarma.

Esta pequeña hace sólo unos días podía jugar, saltar, seguir riendo y crecer sin problemas. Hasta el domingo, cuando un grupo de delincuentes sin alma ni escrúpulos abrió fuego al carro donde iba Romina, en compañía de sus abuelos, Luis Cornejo Salinas y María Vega, una pareja de cambistas de dólares, con el fin de robarles dos mil dólares. Segundos antes, Romina estaba muy feliz, bailando en la parte trasera del auto una canción de los Hermanos Yaipen. Hasta que se inició el terror.

El asalto, en plena Vía Expresa, no sólo sembro terror. Una bala, disparada con saña, ingresó por el lado derecho del cuello de Romina, fracturó la 5ª vértebra dorsal y rompió la médula espinal en un 95%.

Según el pronóstico médico, las posibilidades que Romina vuelva a caminar son nulas. La parálisis es total del cuello hacia abajo del cuerpo. Además, tendrá que vivir conectada al respirador artificial. La niña quedará cuadrapléjica para siempre. Su único delito fue estar en el momento y el lugar equivocado en medio de una gavilla de buitres humanos.

Uno trata de racionalizar el hecho, y busca asumir culpas de acuerdo al bien o la integridad física y material dañada, pero cuando mira la sonrisa de Romina, cuando imagina su futuro radiante pulverizado por un disparo, cuando te imaginas toda una vida arrancada por la miseria humana, por la ambición, por la angurria y la maldad organizada, sistematizada y poderosa, ante la inoperancia y el desdén vergonzosos y francamente incriminatorios de las autoridades políticas, locales y un sector de la Policía Nacional.

Anoche, se logró detener a los sospechosos de este crimen sin nombre, Luis Herber Parra Delfín (32),  venezolano nacionalizado peruano, y José Luis Astohuamán Estacio. En la cochera también fue detenido Randel Flores García, quien vive en el lugar junto a su familia. Todos cuentan com amplios antecedentes penales y su reincidencia, esta vez, ha sido forzada al extremo de la crueldad.

Cuando la delincuencia organizada, cuando la desgracia se cierne sobre todos, uno tiene que tomar sus previsiones y medidas. Pero cuando ya llega sobre niños, sobre gente inocente, es algo que no puede concebirse y nos obligar a replantear medidad urgentes para detener a como dé lugar esta locura, así como exigir inmediata y drástica justicia, dentro de los espacios que ofrece la legalidad.

Que la tragedia de Romina no quede impune. Que el dolor de esta niña quede como recuerdo en nuestra mente y en nuestros corazones que tenemos una lucha conjunta e inexorable contra el crimen y el hampa. Tengamos la grandeza y el coraje de no abandonarla.